lunes, 11 de enero de 2010

El pecado oculto causa de maldición
(Desobediencia) JOSUE 7

1 Mas los hijos de Israel fueron infieles en cuanto al anatema (maldición), porque Acán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó de las cosas dedicadas al anatema; y la ira del SEÑOR se encendió contra los hijos de Israel.
(Num 21:2) Entonces Israel hizo un voto al SEÑOR y dijo: Si en verdad entregas a este pueblo en mis manos, yo destruiré por completo sus ciudades.
(Num 21:3) Y oyó el SEÑOR la voz de Israel y les entregó a los cananeos; y ellos los destruyeron por completo a ellos y a sus ciudades. Por eso se llamó a aquel lugar Horma.)
(En hebreo, Horma y la palabra herem , que significa (consagrado a la) destrucción , tienen un sonido semejante.)
2 Y Josué envió hombres desde Jericó a Hai (ruina), que está cerca de Bet-avén (que no vale nada) al este de Betel (casa de Dios), y les dijo: Subid y reconoced la tierra. Y los hombres subieron y reconocieron a Hai.
3 Cuando volvieron a Josué, le dijeron: Que no suba todo el pueblo; sólo dos o tres mil hombres subirán a Hai; no hagas cansar a todo el pueblo subiendo allá, porque ellos son pocos.
4 Así que subieron allá unos tres mil hombres del pueblo, pero huyeron ante los hombres de Hai.
5 Y los hombres de Hai hirieron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los persiguieron desde la puerta hasta Sebarim (las brechas), y los derrotaron en la bajada; y el corazón del pueblo desfalleció y se hizo como agua.
6 Entonces Josué rasgó sus vestidos y postró su rostro en tierra delante del arca del SEÑOR hasta el anochecer, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas.
7 Y Josué dijo: ¡Ah, Señor DIOS! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos después en manos de los amorreos y destruirnos? ¡Ojalá nos hubiéramos propuesto habitar al otro lado del Jordán!
8 ¡Ah, Señor! ¿Qué puedo decir, ya que Israel ha vuelto la espalda ante sus enemigos?
9 Porque los cananeos y todos los habitantes de la tierra se enterarán de ello, y nos rodearán y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Y qué harás tú por tu gran nombre?
10 Y el SEÑOR dijo a Josué: ¡Levántate! ¿Por qué te has postrado rostro en tierra?
11 Israel ha pecado y también ha transgredido mi pacto que les ordené. Y hasta han tomado de las cosas dedicadas al anatema, y también han robado y mentido, y además las han puesto entre sus propias cosas.
12 No pueden, pues, los hijos de Israel hacer frente a sus enemigos; vuelven la espalda delante de sus enemigos porque han venido a ser anatema. No estaré más con vosotros a menos que destruyáis las cosas dedicadas al anatema de en medio de vosotros.
13 Levántate, consagra al pueblo y di: "Consagraos para mañana, porque así ha dicho el SEÑOR, Dios de Israel: 'Hay anatema en medio de ti, oh Israel. No podrás hacer frente a tus enemigos hasta que quitéis el anatema de en medio de vosotros.'
14 "Por la mañana os acercaréis, pues, por tribus. Y será que la tribu que el SEÑOR señale se acercará por familias, y la familia que el SEÑOR señale se acercará por casas, y la casa que el SEÑOR señale se acercará hombre por hombre.
15 "Y será que el hombre que sea sorprendido con las cosas dedicadas al anatema será quemado, él y todo lo que le pertenece, porque ha quebrantado el pacto del SEÑOR, y ha cometido infamia en Israel."
16 Y Josué se levantó muy de mañana, e hizo acercar a Israel por tribus, y fue designada la tribu de Judá.
17 Mandó acercar a las familias de Judá, y fue designada la familia de los de Zera; e hizo acercar a la familia de Zera, hombre por hombre, y Zabdi fue designado.
18 Mandó acercar su casa hombre por hombre; y fue designado Acán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá.
19 Entonces Josué dijo a Acán: Hijo mío, te ruego, da gloria al SEÑOR, Dios de Israel, y dale alabanza; y declárame ahora lo que has hecho. No me lo ocultes.
20 Y Acán respondió a Josué, y dijo: En verdad he pecado contra el SEÑOR, Dios de Israel, y esto es lo que he hecho:
21 cuando vi entre el botín un hermoso manto de Sinar (Babilónico) y doscientos siclos de plata y una barra de oro del peso de cincuenta siclos, los codicié y los tomé; y he aquí, están escondidos en la tierra dentro de mi tienda con la plata debajo.
22 Y Josué envió emisarios, que fueron corriendo a la tienda, y he aquí que el manto estaba escondido en su tienda con la plata debajo.
23 Y los sacaron de la tienda, los llevaron a Josué y a todos los hijos de Israel, y los pusieron delante del SEÑOR.
24 Entonces Josué, y con él todo Israel, tomó a Acán, hijo de Zera, y la plata, el manto, la barra de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo lo que le pertenecía, y los llevaron al valle de Acor.
25 Y Josué dijo: ¿Por qué nos has turbado? El SEÑOR te turbará hoy. Y todo Israel los apedreó y los quemaron después de haberlos apedreado.
26 Y levantaron sobre él un gran montón de piedras que permanece hasta hoy; y el SEÑOR se volvió del furor de su ira. Por eso se ha llamado aquel lugar el valle de Acor (desgracia) hasta el día de hoy.

Derrota de los israelitas en Hai.1-5

Acán tomó algo del botín de Jericó. El amor por el mundo es la raíz de amargura más difícil de arrancar. Hemos de cuidarnos del pecado, no sea que por él muchos sean estorbados y contaminados, Hebreos xii, 15; y cuidado de confraternizar con los pecadores, no sea que participemos de su culpa. Es deber nuestro vigilarnos mutuamente para impedir el pecado, porque los pecados ajenos pueden ser para nuestro mal.
La fácil conquista de Jericó suscitó desprecio hacia el enemigo, y una disposición a esperar que el Señor hiciera todo por ellos, sin que ellos usaran los medios correctos. De esta manera los hombres abusan de las doctrinas de la gracia divina y de las promesas de Dios, y las usan como excusa para su pereza y capricho. Hemos de ocuparnos en nuestra salvación, aunque es Dios quien obra en nosotros.
Fue una victoria costosa para los cananeos, porque debido a ella Israel despertó, hizo reformas y reconcilió a su Dios, y el pueblo de Canaán se endureció para su propia ruina.

La humillación de Josué y su oración.6-9
El interés de Josué por la honra de Dios, más que por el destino de Israel, era el lenguaje del Espíritu de adopción. Le suplica a Dios. Lamenta la derrota, porque teme que denigre la sabiduría y el poder de Dios, su bondad y fidelidad. En ningún momento podemos presentar un mejor alegato que este: Señor, ¿qué harás por tu gran Nombre? Que Dios sea glorificado en todo y, entonces recibamos toda su voluntad.

Dios ordena a Josué lo que debe hacer.10-15
Dios despierta a Josué para que haga una investigación, y le dice que cuando el anatema sea quitado, todo estará bien. Los tiempos de peligro y tribulación deben ser tiempos de reforma. Debemos examinar nuestro hogar, nuestro corazón, nuestras casas, y hacer una búsqueda diligente para hallar si no hay un anatema, que Dios ve y aborrece; una lujuria secreta, ganancia ilícita, algún secreto indebido con Dios o con otras personas. No podemos prosperar hasta que el anatema sea destruido, y arrancado de nuestro corazón y quitado de nuestras habitaciones y de nuestra familia y eliminado de nuestra vida.
Cuando el pecado de los pecadores queda al descubierto, hay que dar a Dios su reconocimiento. Con juicio seguro y sin error, el Dios justo discierne y hará distinción entre el inocente y el culpable; de modo que, aunque los justos sean de la misma tribu, familia y hogar que los malos, nunca serán tratados como el impío.

Acán es descubierto-Es destruido.16-26
Véase la necedad de quienes se prometen guardar el secreto en el pecar. El Dios justo tienen muchas maneras de sacar a luz las obras ocultas de las tinieblas. También véase hasta qué punto es nuestro deber buscar la causa de nuestra tribulación, cuando Dios contiende contra nosotros. Debemos orar con el santo Job, Señor, hazme entender por qué contiendes conmigo.
El pecado de Acán empezó por el ojo. Vio todas esas cosas hermosas, como Eva vio el fruto prohibido. Véase lo que resulta de tolerar que el corazón ande en la vista de los ojos, y la necesidad que tenemos de hacer pacto con nuestros ojos, que si vagan, ciertamente llorarán por ello. Esto salió del corazón. Los que quieran evitar las acciones pecaminosas, deben mortificar y controlar dentro de sí los deseos pecaminosos, particularmente la codicia de riquezas mundanales. Si Acán hubiera mirado esas cosas con el ojo de la fe, las hubiera visto como anatema y las hubiera desechado con temor; pero al mirarlas con el ojo de los sentidos únicamente, las vio como cosas valiosas y las codició. Cuando hubo cometido el pecado, trató de ocultarlo. Tan pronto como obtuvo su botín, este se convirtió en carga, y no se atrevió a usar su tesoro mal habido. Qué diferentes se ven de lejos los objetos de tentación de cuando ya se han conseguido. Véase aquí lo engañoso del pecado: lo que es agradable al cometerlo, es amargo en su consecuencia. Obsérvese cómo se engañan los que roban a Dios. El pecado es cosa muy trastornadora, no sólo para el pecador mismo sino para todos los que lo rodean. El Dios justo ciertamente recompensará con tribulación a los que trastornan a su pueblo.
Acán no pereció solo en su pecado. Pierden a los suyos los que abarcan más de lo que es suyo. Sus hijos e hijas murieron con él. Probablemente le hayan ayudado a esconder las cosas; deben de haber sabido de ellas. ¡Qué fatales consecuencias siguen, aun en este mundo, al pecador mismo y a todo lo que le pertenece! Un pecador destruye mucho de lo bueno. Entonces, ¿qué será con la ira venidera? Huyamos de ella a Cristo Jesús como el Amigo del pecador. Hay circunstancias en la confesión de Acán, que marcan el desarrollo del pecado, desde su entrada al corazón hasta su perpetración, lo cual puede servir como la historia de casi cada ofensa contra la ley de Dios, y el sacrificio de Jesucristo.

Conclusión: No se puede conquistar ni expandir mientras haya cosas que sacar, confesar o dejar, que desagraden a Dios y nos roben la bendición.